lunes, diciembre 03, 2012

Una pausa para la reflexión

Hace mucho que no toco el teclado para escribir para mi, para regalarme un momento a solas, conmigo, sin ataduras, para confesarme, para decirme las cosas de forma clara, pero sobre todo para desahogarme, durante mucho tiempo este ha sido el lugar para poner cosas que me pasan, que me importan, las que me definen como persona, como hombre, como individuo, como ser humano; algunas han sido borradas,otras permanecen, pero desde hace meses no he colgado nada.
No es que no pase nada, es que no he tenido el valor de enfrentarme al hombre del espejo, a mirarlo detenidamente y llamarle por su nombre y hacerle saber que no importa lo que piense, que nunca tendrá la razón absoluta, que la vida se encargará de ponerlo en su lugar, pero no puedo, le tengo una enorme consideración, una lástima extrema, para abrumarle con más miserias, para hundirlo más en su insipiente depresión.
Si ella acabará con lo que le resta de voluntad, lo consumirá lentamente en medio de reproches, en una desesperada lucha irremediablemente perdida, esa lucha inútil de tratar de conciliar la realidad con la imaginación. No entiende por más ocasiones que tropieza con ella que la realidad es inalcanzable, que lo que nos resta es adaptarnos lo mejor que podamos, no me entiende, no le pido que se rinda, le pido que sobreviva, que luche de modo ordenado, no todo el tiempo, no contra todos, que busque aliados, tan deschavetados como él, que se de un tiempo de disfrutar relajado, lo hermoso de la vida, que deambule por las calles sin metas fijas, por unos instantes que se funda entre la muchedumbre y que desaparezca, que se sienta parte de algo, que se asuma como lo que es, un soñador solitario, y quejumbroso, no muy brillante, pero si muy apasionado.
  
Si he tenido de encontrarme al otro lado de las líneas, encontrarme en las letras como otras tantas veces, he huido, o lo he intentado, pues uno siempre será alcanzado por la conciencia, y no es que en los últimos años haya hecho algo malo, sino que no he hecho nada para impedir que lo malo suceda.
Mi inferencia también daña, y entraña culpa. 
Me siento con una pena, de la cual no encuentro la fuente, pues no hay nada que me entristezca sobre manera, y sin embargo hay cosas que me llenan de dicha; pese a ella hay algo dentro de mi que me dice que eso no es suficiente, que no alcanza, que las cosas no pueden ser como las pienso, que necesito más, que puedo hacer más, y ese pensamiento me ata, me cautiva en los momentos de regocijo, y no me deja.
Ojalá en el medio de las letras salga la razón que me ofusca, que no me deja, que me acompaña pero que no se muestra, no tengo razones para estar frustrado, no entiendo he estado en peores etapas con mejor animo; siento que las fuerzas menguan, cada día se extinguen, y no lo entiendo, por que no disfruto de la alegría del momento, y me lleno la cabeza con las telarañas de lo que según mi fuero interno debería ser la realidad.
Por que no la acepto tal cual, y si quiero influir en ella espero paciente el momento de aplicar la acción que determinará la reacción posterior, porque querer nadar contra la corriente del río si sabiendo aprovechar se llega más fácil a la otra orilla.
Se nota que hace mucho que no escribo, se me escapan las palabras, y me tiembla el decirme de manera clara lo que llevo por dentro, pondero de más la palabra siguiente; ahora escribo para otros, para cumplir con un deber, para satisfacer una tarea, escribo para comer, pero ya no escribo, ni para ella, ni para ti, ni para mi, me he dejado llevar por lo urgente, y esto que me sirve y me convence de no estar sólo, se  que puedo encontrar a alguien por medio de las letras, no lo hago más, quiero encontrar el tiempo, entre un cambio de animo a otro, entre una tarea y otras quiero encontrar mi rumbo, el sendero que me conduzca, no se si a la felicidad, pero al un lugar de regocijo donde por unos instantes deje de torturar mi espíritu, quiero ese lugar que todos llaman tranquilidad.
Por esta noche no le he encontrado, ni me he animado a ir más lejos, sigo cauteloso el avanzar de las letras, el reflejo de mis disertaciones, tengo miedo y curiosidad por que sale, si sigo escribiendo, que cosas se esconden en lo profundo, porque en la superficie no ha naves interesantes, y todo parece un mar en calma, se en en lo profundo se mueven la arenas de la angustia, y la desesperanza, los remolinos del miedo comienzan su vertiginoso asenso, pero no les veo de manera clara, quizás me preocupo de más, no hay que tener tanta desconfianza, no me ahogaré en el mar de mis penas.
Quizás sea tanto pendiente acumulado y las nuevas tareas las que no me dejan, las que me tienen quebrantado, pero ninguna de esas tareas está por encima de los limites de mi razón y mis manos, no debería sentirme así, quizás que otra gente espero mucho de mí, cuando en realidad sólo puedo dar aquello de lo que soy capaz, que no es mucho más que lo que pueda dar cualquier hombre que ande en el promedio de la capacidad. Soy uno más, del promedio, sin muchas cualidades, con suficientes defectos, que les hará pensar que doy para más.
Otra cosa es el tiempo, su paso constante, lo miro, y creo que me apremia, pero no sirvo cuando tengo que ir a contra reloj, quizás cuando mis piernas eran más fuertes le plantase cara en una carrera, pero no ahora, que mis fuerzas están agotadas, no hoy y meno mañana. El tiempo que me dice tu tiempo pasa, y pasa deprisa.
No entiendo, por ahora, pero seguiré buscando, mientras tanto que vuestra esperanza no desfallezca en las azarosas horas de la batalla.

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