lunes, mayo 23, 2011

Hay noches que nos sabes que escribes.

No tienes una idea clara, ni un objetivo, solo hay una necesidad creciente y que carcome, que no deja tranquilo, que te impide dormir plácidamente por la noche, es como si las noches anteriores me hubiera ido a la cama, con un enorme pendiente. Así lo siento, quizás se tu recuerdo fresco el que me aqueja de manera despiadada, despojándome de la aparente tranquilidad que ingenuamente había creído conquistar. Lo cierto que llevo dos noches recordándote, acordándome de ti, de tu piel, de tu calor, de tus pechos, de tus ojos, de tu intimidad, nos recuerdo juntos.

Pero en la mismo noche que he sido infiel en el recuerdo, te he engañado con cada mujer que he visto atractiva estos días, quizás sea un esfuerzo para poder paliar un tanto la tristeza de no tenerte. Por eso en el mismo recuerdo aparecen la vecina, la muchacha flaca de piernas largas, la empleada de la papelería, en una lucha por lograr confundir la mente, entre tu recuerdo y la imaginación, trato de que tu calor sea el de ellas, trato de que la piel, no sea la tuya sino la de ellas, trato inútilmente de hacerme pendejo, que no te extraño, que después de todo este tiempo te he dejado atrás, en otro tiempo, en un momento que ya no existe. Lo cierto que aquí estoy extrañándote, pensando en hacerte el amor, queriendo perderme en tus ojos, hablar contigo de la cotidianeidad de la vida, de mis tragedias, de mis miedos, estoy extrañando tu complicidad, tus bromas y tus caricias. 

Sigo recordando, y ahora me vienen a la mente también tu lejanía, tu desapego y tu desinterés; no mi emoción ya no se hunde como hace unos meses, soy capaz de recordarte, de añorarte, sin sumergirme en el mar de la nostalgia, estamos separados, porque tu no tenías un lugar para mi, por eso acumulo amantes imaginarias junto con tu ardiente recuerdo, porque quiero pensar en que soy capaz de estar con alguien más en la cama, con dejar embriagarme por otras fragancias, por llenarme con otros besos, por dejarme llevar por otras manos, y por encontrar paz en otro regazo.

Pienso en ti esta noche, y no tengo ganas de soñar con lo que fue, me basta con poder dormir bien esta noche, esperanzado con no recordar los sueños que me provoque el extrañarte.

No quiero pensar muchos más en ti, no deseo pasar otra noche recordando tus besos, quiero pensar en otras cosas, o mejor en nada, quiero conciliar el sueño tranquilo, porque estamos en paz.

¿Por qué volvéis a la memoria mía,
tristes recuerdos del placer perdido...?

José de Espronceda (1808-1842) Poeta español.

miércoles, mayo 18, 2011

Preocupación.

Hace días que me he perdido, no se por donde ando, en que tangente del tiempo me metí, a que hora tense la cuerda que me expulso a una dimensión alterna, donde la esperanza se aleja como la luz, dejándome en la más abismal de las soledades.

He de confesar que me siento abatido, decepcionado, triste y frustrado. Puedo ahora mismo declarar a este como el peor año de mi vida, muy pocas cosas podrían cambiar ese hecho.

Las cosas no se me han dado, aunque estoy sumamente acostumbrado al fracaso, creo que he dejado de temerle, pero lo que hace de este año algo tan malo, no es lo que directamente me sucede, se me ha ido la esperanza y la fe en alguien a quien amo. Con quien crecí y compartí esa etapa fantástica de la vida que es la infancia, con ella jugué y soñé, con ella temí y padecí el abandono, con ella aprendí a sentirme responsable por alguien, a que los demás importan, a respetar en algo a ese genero antepuesto al mio, y digo que respete en algo, porque también en algún momento la ofendí, me enoje con ella, y peleamos como en toda convivencia. Luego el tiempo y las distintas etapas de la vida nos separaron, hasta llegar a vernos como extraños.

Hoy temo por ella, por lo que le depara en su lúgubre y penosa situación, temo que después de esto su mirada perderá el poco brillo que le quedaba, que su corazón se endurecerá más, y que su juicio se vuelva más borroso, ojalá me equivoque y resurja con toda su fuerza y su belleza.

Esta noche ella duerme en una prisión, no en una donde solo el espíritu se acongoja, sino una en donde la carne se pudre, ella, mi hermana esta presa, acusada de un delito grave; de haberle hecho daño a alguien, reduciéndolo a prisión, como ella ahora.

No sé que creer, no la reconozco después de tanto años, no puedo confiar plenamente en lo que me cuenta, no puedo creerle y eso me confunde y me duele, miro como se cierne sobre ella una enorme sombra que la amenaza con sumergirla en el terror, con acabar con la juventud de su rostro, y con los sueños que construiría con su fuerza.

De la niña con la que crecí no reconozco casi nada, salvo esa mirada triste, como la que se le gesto con la ausencia del padre, como cuando lo extrañaba, como cuando preguntaba por el y no sabias que contestarle, esa mirada tierna abrazando cualquier insignificante esperanza.

Espero poder ayudarla, pero si por alguna razón los cargos de los que se le acusa son ciertos, entonces ya no se que hacer, el juicio ya no me alcanza. Si se demuestra su culpabilidad entonces que se haga justicia, y que cumpla su condena. Si por otra parte no hay elementos que prueben su culpabilidad, entonces quisiera estar ahí para ayudarla a levantarse.

Mientras tanto le acompañaré durante el proceso.