jueves, abril 16, 2009

Eleciones 2009.


Como todos sabemos el próximo 5 de julio hay elecciones federales en nuestro país; son importantes por el hecho de que se elegirán diputados, quienes promulgan las leyes, y vigilan que el ejecutivo las aplique. Por este solo hecho son importantes, sin embargo no podemos sustraernos del entorno político de los últimos años, en especial de los acontecimientos derivados de la elección anterior, la de 2006.

 

Hay muchas dudas sobre el avance de la democracia en México, hay llamados a abstenerse de votar, a votar pero anular el voto, a desentenderse del proceso pues siempre son las mismas cochinadas. En fin todos tenemos alguna referencia a este tipo de llamados, no concuerdo con los llamados a la nula participación, me parece interesante el llamado a acudir a las urnas y anular el voto en forma de protesta, se me hace una propuesta interesante, que pondría a muchos que integramos la vida política nacional en alguna de sus esferas, a poner atención a los que los ciudadanos están reclamando. Al fin y al cabo el sufragio es una forma de expresar los que los ciudadanos queremos para el país, y si en el espectro de fuerzas políticas el elector no se ve a si mismo representado, justo es que emita su opinión al respecto.

 

Hay un camino largo por recoger para llegar a ser u país plenamente democrático, apenas hemos comenzando a dar los primeros pasos, y son pasos muy firmes. Durante el proceso anterior salieron a flote las debilidades que tiene nuestro sistema electoral; al mismo tiempo fuimos testigos de sus fortalezas.

 

Cuando los sistemas electorales permiten una alta competitividad, lo más seguro o común es que los resultados electorales tiendan a reducirse, las diferencias entre las fuerzas políticas tienden a igualarse y a concentrarse; por eso vemos en el mundo tantos ejemplos de coaliciones de distintas agrupaciones políticas, para formar gobierno, la alta competitividad es un buen indicio de nuestro sistema electoral. El problema se presentó en el proceso anterior es que no existían los instrumentos legales para dar certidumbre en un escenario electoral de alta competencia, en la cual, al diferencia entre primer y segundo lugar era marginal, de unos miles de votos, en un universo de más de 70 millones de electores.

Así pues las suspicacias y las dudas crecieron como la espuma, inundando todos los foros de expresión y la percepción  pública, se vieron dos fuerzas claramente enfrentadas cada cual defendiendo su postura. 

El problema para la autoridad electoral, era que los instrumentos a su alcance para aclarar las dudas de los participantes eran muy escuetos por no decir nulos, no había como huy la posibilidad de hacer un recuento como lo demandaba una de las partes, tampoco se podía determinar la necesidad de una segunda vuelta, como sucede en muchas democracias del mundo; ni modo había que emitir un veredicto con lo que se tenía, y las actas electorales del conteo del  miércoles 9 de julio no dejaban dudas, había un ganador por una diferencia pequeña, pero en México se gana por un voto.

Para los que no resultaron favorecidos había un serie de vías legales para hacer valer sus derechos y satisfacer sus inconformidades, pero lamentablemente prefirieron otras vías, como la de la protesta social para dar cause a sus demandas.

Procedieron a impugnar por impugnar sin hacer un ejercicio consiente de en que casos cabía hacerlo, y en cuales no.

Existieron muchos problemas en la integración de las actas es de recocerse, pero de acuerdo a la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el grado de afectación era homogéneo para todas las fuerzas políticas, osea no había sesgo en los errores, evidencia clara de favorecer a alguna fuerza política. (También hay un estudio de la UNAM al respecto).

Pues entonces que fue lo que pasó, que una de las fortalezas del sistema electoral mexicano, la que hace posible la alta competitividad, se dio de tal manera, que sacó a flote una de sus debilidades, la asencia de instrumentos que den una adecuada resolución a casos donde los resultados entre el primer y segundo lugar sean tan cerrados.

Esto aunado a una enrome especulación promovida por las fuerzas antagonistas, y de la cual no me excluyo, pues formo parte de una de ellas, en alguien debió haber cabido la prudencia, pero no fue así. Hay que agregar el contexto de la campaña que exacerbó los ánimos de los seguidores de los dos grupos políticos que disputaron la presidencia de la república.

No me voy a declarar un amante empedernido de las campañas negras, ni mucho menos su promotor no soy partidario, en lo personal prefiero otros caminos, los de las ideas, pero lamentablemente una campaña es un juego de percepciones, y las campañas de alto contraste sirven para mover las percepciones, aunque su abuso puede llegar a ser contraproducente para la fuerza política que la promueve.

Ojalá y hagamos un análisis de lo que fue el proceso electoral del 6 de julio de 2006 de una forma más pausada, y saquemos las conclusiones correspondientes.

 

Por lo pronto voten, así acudan con el único objetivo de anular sus sufragio.