domingo, abril 10, 2011

La confianza perdida.

Hace días que llevo guardando las cosas muy profundamente, no quería revelarlas ni a mi mismo, pero no se pueden ocultar, menos aún tratar de sepultar, su naturaleza las obliga a buscar la superficie, a tomar una forma material, un hecho al que llamamos revelación.

No deseo brindar a estas líneas la forma de una revelación, en cambio quiero darles la forma de una exhalación, que me deje espacio para una nueva y fresca bocanada de aire. Lo problemas suelen contaminarlo todo, intoxicar el animo, infectar las emociones, nublar la razón, sucumben el espíritu, esa enorme sensación de derrota que lo conquista todo.

Así me siento con el pecho lleno de decepciones, con el aire contaminado acumulándose en mi interior, incapaz de hacer que esos problemas salgan a la superficie que reclama mi espíritu, para poder abrevar de un aire más limpio, que permita diluir de apoco la contaminación que traen los problemas.

Este es mi manera de entender lo que hago cuando en días como hoy cojo el suficiente valor para animarme a escribir y tratar de sacar los problemas acumulados en mi interior, que intoxican todo, y que amenazan con no dejar de contaminar todas mis emociones.

Esta vez no escribo como le he hecho en otras ocasiones, por tener el corazón roto, no sufro la agonía de un amor no correspondido, o marchito, ni lloro la indiferencia de una mujer, es más no he llorado por esto, y si involucra a una mujer, pero en un afecto muy diferente, y si rompe ilusiones, confianza, cariño, sentimientos.

Es común que se rompan cosas, lazos y afecciones,  que se desvanezca la confianza, eso me ha pasado; la fe se la he perdido a alguien con quien compartí una historia en común, el punto de partida de esta aventura de la vida, con quién comparto material genético, que nos hace descendientes de las mismas personas, nuestros genes gritan hermandad, y nuestra crianza común amaso un cariño que no se diluye en el tiempo, capaz de soportar muchas cosas, inclusive ahora mismo cuando dudo si soportará esta prueba.

Los errores nos marcan, cuanto a más personas afectan, no entendemos el alcance de nuestras faltas hasta que ves como bañan los ojos de las personas que te quieren.

No se por donde continuar este intento de desahogo, quizás por comenzar como si me hablara a mi mismo, o quizás sea mejor como si le hablara al mejor de mis amigos.

Creo que no entraré en detalles, no en este espacio no ahora.

Pero este problema implica directa a mi hermana, es ella la que se ha metido en un lio enorme, que amenaza con acabar con las finanzas de la familia, y con la tranquilidad de la misma, tan grande que me siento y nos sentimos en general incapaces de ayudarla. Pero lo pero es no saber si ayudarla o no, puesto que sus alegatos no gozan de nuestra confianza, no le creemos, y eso es doloroso por donde se le vea.

No somos capaces de entender que es lo que pasa, y sabemos si creer o no de lo que se le acusa, por el momento nos limitamos a esperar a que las cosas sigan su cursos, a esperar a que la verdad sea revelada en pedazos de historias y de evidencias. Todos tratamos de darnos un panorama más fidedigno de la realidad, una esperanza banal quizás, pero ante la perdida de la confianza, cualquier cosa que se parezca a la verdad es aceptable.

¿Cómo creer en alguien, a quién toda la evidencia acusa?

En especial cuando no es la primera vez que miente en algo tan importante y que afecta a tanta gente, como creerle si su conducta no apunta a la honestidad.

Le conozco de toda la vida, y casi puedo adivinar cuando miente, por muy buena que sea para hacerlo, pero a parte de eso siento que ya no conozco a esa mujer, que mi hermana hace mucho no es la mujer a la que conocí, ni con la que crecí, ni con la que compartí crianza, techo y afectos. Hace mucho que ella cambio, como todo, pero en un sentido grotesco, salvaje, y hasta maligno.

Las cosas de las que hablaba recientemente  y en las que se interesaba, y los comentarios que hacia, estaban muy distantes de los que con suma inteligencia solía soltar, y que nos revelaban su profundo razonamiento.

Esos cambios la han arrojado a donde ahora esta, ese camino que escogió la tiene postrada ahora, incapaz de salir del laberinto que ha construido con mentiras, por ahora le vemos, no podemos asistirle más allá, habrá que esperar un poco más, y habrá que quererla sin pedir nada, sin demandar la verdad, habrá que ayudarle, por todo lo que nos une, a pesar de este terrible desencuentro que nos separa.

 

El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer.

 

Mariano José de Larra (1809-1837) Escritor español.

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