sábado, diciembre 18, 2010

A ella puedo decirle casi todo.

Podemos hablar de muchas cosas, somos cómplices de nuestras intimidades, solo que hay cosas que omito decirle, pues se que no estoy en posición de exigir nada, no se como decirle que me duele que parta con el, con su pareja actual; hoy le llamó para que se fueran, y no pude dejar de sentir una enorme incomodidad, se que hizo un esfuerzo enorme por estar conmigo, pero me dolía saber que se reuniría con el, pese a que se que no esta a gusto con el; de otra forma no estaría conmigo. Me es inevitable sentir celos, como cuando alguien la abraza, y la verdad no se que hacer con esto que me pasa, no me gusta sentirme así, en lugar de estar contento con verla, el hecho de esa llamada cambio mucho de mi animo, sentí que acorto su estancia, pero quererla requiere sacrificios, y por tenerla unos instantes no queda más remedio que aceptarlos.

Que rara sensación me cubre ahora, no se que sea, si es el proceso de enamoramiento producto de una hormona, una sustancia que libera el cerebro como la oxitócina , o que otros procesos se estén desencadenando en mi organismo, a mi me abraza la idea más cursi y romántica de que se trata de algo más que un proceso químico o neurológico, disfruto sobre manera la idea de un alma, que se regocija o se estruja, de un encuentro en el tiempo, como no hay otro, algo que sobre pasa mi propia existencia y mi primate entendimiento, algo que se alberga en ese musculo refinado que sostiene mi vida a base de contracciones y dilataciones, me gusta la idea de que alberga algo más que células cardiacas, me dejo seducir por la idea de que es capaz de albergar mis emociones, mis sentimientos, mis recuerdos, mis secretos, mis confesiones más intimas, quiero que mi musculo cardiaco sea el refugio final donde moren nuestros encuentros, donde viva espléndidamente tu hermoso recuerdo, te quiero a ti habitando entre todo lo que alimenta mi cuerpo y me mantiene vivo, te quiero llevar en mi, cargar con tu recuerdo, y no olvidarte, sino hasta que cese su jornada, y aun a pesar de su descanso, que tu recuerdo halle un refugio en la esquina más cercana, y ahí moren finalmente en le borde del tiempo nuestros besos, nuestros amorosos encuentros.

Porque no puedo decirle: "Señorina ya no te vayas".

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