jueves, febrero 11, 2010

Platicas con la abuela

 

 

Pese a que con los abuelos de repente te parece que ya has escuchado unas mil veces la misma historia, pero de repente en el relato salen detalles que no habías atendido. Hoy  uno que me anima a escribir esto, aunque para ser francos de lo que llevo escrito, y sobre todo de la forma en que estoy escribiendo no creo que le vaya hacer la justicia suficiente. Porque de verdad esto desato mi imaginación en el momento, pero a la hora de ponerlo en papel (en bytes), pues la idea gestada en la mente y las emociones que desato no se reflejan del todo.

 

Todo comenzó por que mi abuela me preguntó si ¡¿había unos retoños de ciruelos?; pues uno que esta junto a la pileta de la casa ya ha comenzado a florecer, le dije que no. Ahora ella quiere sembrar algunos en el descuidado patio trasero de la casa.

 

Esto la hizo recordar de cuando era una niña de 12 años, sembró un mango, justo a la orilla de la cerca, junto a unos platanares en la casa donde pasó su infancia, al ver su expresión apuntando y su mirada como si en ese instante lo estuviera viendo, fue como si nos hubiéramos traslapado en un viaje en el tiempo, y ella pudiera ver el lugar donde planto ese árbol de mango, por ello me fue imposible no verlo junto con ella, quizás no tan claro, pero si pude ver la cerca y los platanares y en el medio una tierna mata verdusca de mango. También vi a la niña de 12 años en los ojos de esa anciana de 77 años. El entusiasmo y la ilusión se reflejan fielmente en el brillo de una mirada.

 

Me dijo “A los tres años de sembrado me pude comer un mango de ese árbol”, “Dio un ramillete de mangos”. Y volví junto con ella a ese lugar ahora con una mata ya convertida en una arbolito, con unos cuanto frutos colgando de sus frágiles ramas, y a una adolecente de 15 años estirando los brazos para alcanzar esos primeros frutos, la recompensa por los cuidados, y la paciencia. Y casi al mismo tiempo pudimos sentir el olor de esos deliciosos frutos.

 

Ella mientras tanto juntaba las manos como si tuviera el mango entre sus manos.

 

Me intriga como podemos tener recuerdos tan claros, tan vividos, como si el tiempo transcurrido entre el relato y el hecho apenas hubiera sido un suspiro.

 

Mañana a comprar mangos porque a mí se me antojo uno con chile piquín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario