martes, enero 19, 2010

Falso Consuelo

Me mueve al falso consuelo, el de creer que puedo sentir los mismo que tu, de pensar que puedo entender lo que ahora mismo sufres. Me engaño, pues no es a mí al que le duele la abertura en las carnes apestosas y podridas, no son mías las herida de la cara, no soy yo quien lleva al hijo muerto, caminando por entre los otros cuerpos inertes y mal olientes, los cuales no han tenido la suerte de que alguien les arrastre al camposanto.

Testigos inertes de la catástrofe, son los que recuerdan el único consuelo fiable, una salida efectiva al infierno de la tragedia, son los muertos deshonrados los que llaman a unírseles, a dejar la lucha por la vida y sucumbir.

Para alguien más muy seguramente para el que a palos se ha hecho del control de las calles, y de las cosas, recibe de los mismo muertos un mensaje diferente, el mensaje de la sobrevivencia, de la lucha, de que debe de seguir más allá de lo que sus fuerzas son capaces, o terminara irremediablemente en la misma ignominia, y su cuerpo se corromperá como el de miles que se descomponen a campo raso.

Tu miseria, tu muerte, tu deshonra, deberían ser las mías, pero no lo entiendo así, porque pese a que las imágenes me llegan en aluviones informativos, tus heridas no las siento, tu asfixia no la entiendo, con tu dolor me conmuevo, me lleva a tomar el teléfono y darle algo de consuelo a mi consciencia, no llega para más.

Y es que no entiendo que tu miseria es la mía, o que lo será irremediablemente, que tu desesperanza me deshonra, y es más grande que la que llevan los miles de cuerpos que pueblan las calles, que la miseria en la que te mueves es la mía, que tu hambre será la mía, y que no se entender el mundo de otra forma que no sea, la de ver las cosas desde mis perspectiva, desde el individualismo que me envuelve, y no me deja ni si quiera ahora, ver tu miseria como la mía. Como la miseria y la desesperanza de mi especie, de nuestra raza humana, que no se trata solo de ti, o de los tuyos, sino de nosotros y los nuestros.

Que es hoy cuando a ti te toco ver como tu mundo y en lo que creías se derrumbaba frente a ti, o sobre de ti, pero que quizás en algún momento, también mi mundo se caerá, y mis esperanzas serán sepultadas en sus escombros como ahora ocurre contigo.

La diferencia entre tú y yo, es que puedo ver como luchas, como corres, como caminas, cubres tu boca de los corrompidos olores de los numerosos cuerpos, y avanzas, te sobre pondrás, y al final sobrevivirás, por que llevas mucho tiempo haciéndolo, surgirás, renacerás, mientras que yo querido amigo, no hago otra cosa más que corromperme, como los miles de cuerpos a tu alrededor, no avanzo, me anquiloso, me vuelvo de crepito, y al final seré sepultado no por la ruinas de mi miseria, sino por el peso descomunal del edificio de mi soberbia.

Veme ahora compadeciéndome de mí, cuando quien necesita del consuelo y la ayuda eres tú, nosotros.

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