sábado, marzo 06, 2010

Hay cosas que te alimentan el alma

Así me siento hoy con el alma alimentada de belleza y de buenos ejemplos; pudo ser un día cualquiera, peor aún pudo haber sido uno frustrante, pero no fue así, afortunadamente, existieron pequeños detalles que sirvieron, para que el día de hoy fuera uno en donde me iré a la cama con el alma satisfecha, hinchada de esperanza.

Vi dos buenas películas, Los amantes del circulo polar, y una parte de Invuctus; pero lo mejor fue la hermosa tarde en donde la neblina cayo suave y lentamente sobre el paisaje y se enseñoreo de el, lo cubrió, me gusta mucho ver como va comiéndose de apoco los arboles, el horizonte, el cielo, los tejados, los cerros, y solo permite que vayas descubriendo las cosas conforme te acercas a ellas, una hermosa tarde nublada.

Pero lo mejor del día aparte de el “guatape de camarón” cortesía de mi abuela, fue la sacudida de conciencia que me brindo Denis Dresser en la conferencias que ya compartí en una entrada anterior a esta.

Hay momentos que te marcan y se vuelven un referente, a los que volverás en el futuro para coger confianza, valor o ánimos, u para tener presente la enseñanza. Hoy siento que aprendí algo que me será de gran utilidad en la vida diaria.

En lo personal me cuesta mucho no sentirme superior a los demás, y hoy me bajaron las ínfulas. Y que bueno.

Desde hace mucho vengo oyendo de la liberación femenina, de los abusos hacia las mujeres, del machismo, y de la violencia a las mujeres. Pero no le había tomado la profundidad que merece, se me pasaba de largo el problema, como que yo no era parte de el, como que era el problema de alguien mas, asumiéndome como magnánimo incapaz de hacer uso de la fuerza, o del poder para abusar de una mujer. Lo cierto es que estoy bastante lejos de ser magnánimo, y todavía más lejos de no ser parte de un problema.

La verdad soy más machista de lo que me atrevo a reconocer, y he abusado de mi fuerza y de mi poder, y también he visto a la mujer como un mero objeto; dejando a un lado la enseñanza que recibí en casa, en la cual quien mandaba portaba faldas para ir a buscar el sustento. Provengo de un hogar mantenido por una mujer, tengo una hermana y una abuela que se hizo cargo de mi.

Pero eso no me ha detenido de ningún modo para no ser influenciado por el machismo, pese a que he recibido el mejor de los ejemplos, pese a la crianza recibida, algunas veces insulte, maltrate, grite, manoteé, no he llegado al extremo de golpear a una mujer, no, pero eso de nada vale, si de maltrato y abuso se trata.

No hace falta asestar un golpe, ahora entiendo que he sido cómplice de los muchos golpes recibidos por las mujeres, lo soy, por no ayudar, por no denunciar, por creer que si tenía la cara morada y el labio partido era por que se lo merecía, por cusca, o por haber ofendido al marido o cualquier otra escusa. Justificar la violencia a final de cuentas.

Y es que el ego muchas de las veces nos ciega, creemos que nuestras novias, esposas, o compañeras, nos pertenecen, producto de un resabio en nuestro cerebro reptilico, que nos empuja a la territorialidad, y a la imposición del poder a base de la fuerza bruta.

Sin embargo esos resabios cavernícolas no son escusas, ni justificantes de la violencia con nuestra eternas compañeras, tampoco podemos escondernos detrás de la cortina de la testosterona, y adjudicar nuestro comportamiento violento a la producción de esta hormona, ya que como dice Denis, lo fundamental en el futuro hombre, es su educación, la forma en que le enseñemos a convivir con las mujeres; es importante que se le enseñe a usar su fuerza de manera conveniente, ayudarle a luchar con sus demonios internos, a dominar a la bestia sedienta de venganza, asistirle a superar los impulsos de su cerebro primitivo. Enseñarle a manejar sus emociones, a sobre llevar sus problemas, y a entender al otro para conocerse a si mismo.

El camino para la igualdad es muy largo aún, nos costará mucho trabajo a los machistas superar estas etapas primitivas que nos dominan, afortunadamente tenemos poderosas aliadas que están dispuestas a tendernos una mano, tomados de ellas, tenemos la fuerza y el coraje para intentar ser un poco más dignos de ellas.

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